lunes, 31 de enero de 2011

Frase de la semana


Pilar Rubio se ha puesto tan cerda que se haría la matanza a sí misma.


MiAmigoAlvaro en el twitter de #otlive.

P.D.: las redes sociales son muy peligrosas, sobre todo cuando llueve. No dejen que les atrapen o terminarán viendo cosas infumables con tal de desvariar... aunque perlas como estas merecen la pena, para qué negarlo...

jueves, 27 de enero de 2011

Destrozando a... El método

El método (Marcelo Piñeyro, 2005)


Debe ser horrible para un argentino, sobre todo con el ego que gastan, que le digan que deja a medias, pero con Piñeyro es la única sensación que tengo siempre presente.
Aunque no es el único responsable de haber logrado que una de las sensaciones teatrales de inicios del nuevo siglo pasara al cine con más pena que gloria, también merece ser castigado Mateo Gil, ese señor que como escribía guiones con Amenábar (ni que ese fuera el punto fuerte de su filmografía) creyó que podría dirigir cine (es harto injusto que Nadie conoce a nadie no haya pasado por aquí todavía) y lucirse como guionista de categoría en todo lo que le diera la gana... pos eso mismo.
Si además ponemos a esa señora que cree que susurrar es actuar y a unos cuantos más que intentan lucirse por todos los medios... pues ni Eduard Fernández la salva, miren ustedes.
Que la obra nunca la vi y después de ver esto ya nunca me quedaron ganas. ¿Cómo?


miércoles, 26 de enero de 2011

El maquinista

El maquinista (Brad Anderson, 2004)

Llevo tiempo sin intentar explicar una película sin decir nada y no tengo muy claro que me haya salido, así que debiera comenzar gritando ¡¡ATENCIÓN SPOILER!!, por si las moscas.


Que la
culpa ha sido una de las grandes inspiradoras de las artes es algo en lo que no cabe discusión alguna, y si alguien la quiere, le recomiendo encarecidamente que se repase cualquier obra de Dostoievski, por ejemplo, y luego me cuenta.
Claro que en el cine también ha dado, y muchas, grandes películas como la que nos ocupa. No es la primera vez que se trata el tema de la "locura" dentro del cine, ni necesariamente tiene que ser la mejor, entre otras cosas porque El maquinista no es, ni lo pretende, una película original.
Sólo dos años antes Cronenberg había hecho un acercamiento en la línea de lo que aquí hace Anderson en la magnífica Spider, y treinta años atrás Polanski había rodado, como antecedente directo de esta cinta, la espléndida El quimérico inquilino, cuento de terror a recuperar un día de estos. Pero el que tenga unos referentes (los dos primeros que me vinieron a la cabeza, que no los únicos) de la valía de estos no quita ningún tipo de mérito a lo que esta película consigue.
Mérito que va mucho más allá de la espeluznante transformación física de un Christian Bale más comedido que de costumbre, y que se concentra en dotar de veracidad la historia de terror en la que se va convirtiendo la vida del protagonista cuando la historia se repite.


Y en narrar esa historia desde la vivencia del la víctima en sus dificultades y en sus miedos, haciendo que compartamos con él ese mismo pánico a lo que piensa que le está ocurriendo.
Todo ello además sin que intuyamos, cosa que sólo ocurre hacia el final de la película, lo que realmente está pasando, en una construcción fílmica ejemplar de lo que debe ser una película de terror, sin escatimar sin embargo en el acercamiento necesario a la construcción psicológica y relacional de sus personajes no sólo como método intrigante sino como factor fundamental en el buen desempeño de lo que se nos cuenta.
Una película redonda, oigan.

lunes, 24 de enero de 2011

Frase de la semana


Lo importante es tener salud.


Arroyito y Pozuelón en Orgullo del Tercer Mundo.

sábado, 22 de enero de 2011

Time Warp

Time Warp (The Rocky Horror Picture Show OST)

Seguiremos con el homenaje aquí (para terminar la semana, me temo). Yo quiero dar un jump to the left también.
Buen sábado.





viernes, 21 de enero de 2011

The Rocky Horror Picture Show

The Rocky Horror Picture Show (Jim Sharman, 1975)


Quizá sin quererlo, The Rocky Horror Picture Show se nos antoja tanto tiempo después como la película del Glam rock, tal y como Quadrophenia es la de los mods.
Y digo sin quererlo y quizá sin pretenderlo porque, aunque poco tuviera que ver en la gestación de esta cinta el movimiento Glam (cosa que por otra parte desconozco), estoy convencido de que The Rocky Horror Picture Show no podría haber sido ni podría haberse hecho en otro momento que no fuera aquel.
No sólo porque nos retrotrae al nacimiento de Ziggy Stardust, ni por el maquillaje y el travestismo, sino por el tono rompedor y liberador (ante todo sexual) de
l que la película sigue haciendo gala, treinta y cinco años después.
Convertido en fenómeno de culto (deseando estoy alguna vez en mi vida acudir a una de sus divertidísimas proyecciones) e imitado y reimitado por tantos y tantos (entre ellos por Glee en el mejor capítulo de la temporada), nadie sin embargo será capaz nunca de eclipsar a todos y cada uno de los actores en sus personajes, excepción hecha con la Sarandon (y si no, miren ustedes la Wikipedia), especialmente el Fran-N-Furter de Tim Curry, endiabladamente dislocado (si, dislocado) y componiendo una diva mitad maquiavélica mitad pasional que ni la Swanson y que no explica, nunca explicará, que al final haya acabado trabajando para la Disney.


Homenaje confeso a las películas de ciencia ficción de la RKO, lo que hace grande, tanto tiempo después, a The Rocky Horror Picture Show no es sólo lo delirante, lo escenográfico, los homenajes, los números musicales, lo exagerado... lo que lo hace grande, que lo es y mucho, es que tantos años despúes sigue siendo igual de libre y transgresor como lo fue en su momento. Y que ninguna otra modernez ha sido capaz de llegar al grado de provocación que muestra, por ejemplo, la escena del teatro. Ni más ni menos.


jueves, 20 de enero de 2011

Destrozando a... Spartacus: Blood and Sand

Spartacus: Blood and Sand (Starz, 2010)



Retomamos sección (tenía pensadas otras, pero como bastante es que esté actualizando, tanto tiempo después, lo iremos dejando para más adelante) con la prueba irrefutable de que hay productos que pueden ser interesantes una vez a modo de experimento, pero más...
Spartacus (Blood and Sand) es una serie que se apoya en un tratamiento digital similar al empleado por Zack Snyder en 300 (película que creo que fui el único al que gustó). Tratamiento que era luz y guía de una película que se basaba en un comic cuyo aliciente principal era la estética, y que ha querido ser trasladado en todas sus premisas a serie de televisión de capítulos tediosos e inacabables.


Como con sangre parece que los productores no terminaban de estar contentos, acabaron rellenándolo todo de sexo (tan estético, tan impersonal, tan vacío), preferiblemente masculino, para olvidarse de los guiones y las actuaciones (parece que nadie puede decir nada si no es en medio de un polvo o una matanza) y realizar un videoclip carísimo perfectamente olvidable.
Como me decía Josito el otro día, yo también prefiero una porno y termino antes.


miércoles, 19 de enero de 2011

Bowling for Columbine

Bowling for Columbine (Michael Moore, 2002)


Michael Moore es, bajo mi poco humilde punto de vista, un personaje terriblemente irritante, demagogo y farfullero. Eso no es obstáculo para que, bajo su enorme prepotencia y tendenciosidad, de vez en cuando tenga razón en lo que expone.
Y es que si Fahrenheit 9/11 se nos antojaba una irregular y muy parcial visión de la política norteamericana (a la que dedicamos dos entradas aquí y aquí), Bowling for Columbine, su antecedente directo y responsable de la fama del realizador, resulta con los años mucho más compleja y completa.
Dejando de lado el hecho de que Moore es capaz de mentir deliberadamente y engañar a sus entrevistados bajo falsas premisas (extraña que Charlton Heston no le metiera dos buenos sopapos al casi responsabilizarlo del fallecimiento de una pequeña de seis años), lo cierto es que el análisis que realiza y donde tira por tierra todas las justificaciones dadas por los organismos pro-armas para el mantenimiento de la venta indiscrim
inada de las mismas en todos los confines de los Estados Unidos de América y la de la violencia imperante en la sociedad norteamericana, se nos antoja adecuado y casi certero aun viviendo tan lejos.
Y más cuando compartimos la visión de los canadienses que viven al otro lado de Detroit (de los mejores pasajes de la cinta) que, no obstante y gracias al montaje, dan a Moore más razón de la que escuchándolos simplemente se podría esperar.
Grandes aciertos son los pasajes animados, por más que la exposición de tesis simples los lastre, y las entrevistas con ciudadanos de a pie que, esos sí, viven día a día con las armas y creen a pies juntillas lo que la Asociación Nacional del Rifle les cuenta.


Por más que Moore enseñe y se regodee de sus "triunfos" contra las "grandes corporaciones", por más que no sepa sacar tajada de todas las perlas que sus invitados van dejándole en las manos y se limite a cultivar solo las que necesita para su maníqueo discurso, por más que sea casi omnipresente en el metraje y casi sin él saberlo, Bowling for Columbine nos deja un retrato perfecto de la sociedad yanqui tanto por ellos mismos como vistos por sus vecinos del norte. Y eso si que no tiene precio.


martes, 18 de enero de 2011

Yo, robot

Yo, robot (Alex Proyas, 2004)


De alguien que fue capaz de perpetrar El cuervo y poco después dirigir esa pequeña joya que se llamó Dark City se puede esperar prácticamente cualquier cosa. Incluso puede esperarse que teniendo un guión de ciencia ficción espléndido basado, aunque vagamente, en las Leyes fundamentales de la robótica de Asimov (además de compartir título), se dedique a darle la cuota chistosa que los amantes de The Fresh Prince querían de Will Smith estando casi a punto de estropear una película por lo demás impoluta si consideramos sólo el entretenimiento.
Si consideramos el abismo que termina separando la propuesta de Pr
oyas de toda la temática Asimoviana nos daremos cuenta de que, por más que por momentos se acerque, las demasiadas concesiones a la comercialidad del film terminan haciendo sombra a lo que se intuye como una lúcida mirada al desarrollo de vida inteligente, como una aproximación a la aberración que pudiera suponer que el hombre juegue a ser Dios sin tener el poder que un Dios tendría para corregir lo que ha hecho.


Tanta cera para tan poca mecha entre chistes de superhéroe chulesco y artillería visual (la escena de la persecución por el túnel es grandiosa en ese sentido) que Proyas acaba por dejar la filosofía para otro momento y entregarse a la narración de la historia que, al fin y al cabo, tampoco es mala opción.
Eso sí, por más que se esfuerce en hacer planos impactantes, lejos está el miedo que inspira la nada de Dark City con el de la reunión robótica de esta... tan lejos como la profundidad que las separa cuando en esencia están contando lo mismo.


lunes, 17 de enero de 2011

Caprica

Caprica (Sci-Fi, 2010-2011)


Hacer un spin-off de una serie que no sólo ha demostrado que se puede hacer ciencia ficción televisiva de calidad, sino que tiene un fanbase (siempre quise decir esto) tan potente como Battlestar Galactica es muy arriesgado.
Si además comienza de forma tan tímida como lo hizo la primera parte de Caprica, donde se quiso dar más valor a la organización de posibles futuras subtramas que al desarrollo de lo que ya tenían entre manos, terminamos, como no podía ser de otra man
era, con una cancelación prematura justo en el momento en que la serie se estaba definiendo y donde comenzaba a entreverse lo grande que podría haber sido.
Y es que si bien los primeros capítulos de la primera (y única) temporada de Caprica se movían dentro de lo dubitativo y de las suficientes subtramas paralelas para no acabar de contar nada, la segunda parte, programada de forma absurda en EEUU, se deshacía de lo accesorio y se limitaba a lo que nos deberían haber contado desde el principio, posiblemente debido a su inmediata finalización.


Pero gracias a eso, nos ofrecía ocho de los mejores capítulos que hemos podido ver en los últimos seis meses en la televisión, hilando los temas que dejaría pendiente hasta su predecesora y realizando un resumen de lo que debería haber sido todo su recorrido durante tan pocos minutos finales, casi a modo de avanzadilla, que logró, a pesar de la decepción inicial, que los que la hemos seguido echáramos de menos lo que podría haber llegado a ser.
Una lástima.


Frase de la semana


¡Ja,ja! ¡Nadie se espera a la Inquisición Española!

Los Inquisidores en Flying Circus.

P.D.: Algún día tendré que hablar de esta joya. Lo se.

lunes, 10 de enero de 2011

jueves, 6 de enero de 2011

Son los padres

Son los padres (Astrud, Tú no existes, 2007)

Alguien tenía que decirlo. Quienes iban a ser si no. Felices Reyes.




martes, 4 de enero de 2011

Smoke

Smoke (Wayne Wang, 1995)


El humo, que por motivos obvios, me tiene tan preocupado estos días de mi vida, ha sido uno de los elementos cinematográficos por antonomasia. El séptimo arte está lleno de colillas incriminatorias, clubes irrespirables y es imposible imaginarse el cine negro sin que vengan a la cabeza imágenes de claroscuros enmarcados por humo. Pero si alguna vez se pretendió hacer un homenaje al fumar (y no al tabaco, que no es lo mismo) nunca salió mejor que el que, involuntariamente o no, le dedica Smoke.
En una era encaminada a la individualidad, Auster se basa en un relato propio para presentarnos un canto a la humanidad personificado en los a priori desgraciados seres que frecuentan un estanco de barrio.
Seres que piensan, sienten y padecen y que, alrededor del tabaco, se cuentan sus vidas y se ayudan en ellas. Seres sencillos, perdidos en el mundo que empiezan a encontrar su espacio de mano de otros seres alrededor de un hábito tan denostado como tradicional.
Aunque es cierto que lo de menos en las historias que nos cuenta Auster es precisamente el emplazamiento, reconozcamoslo. Hubiera dado exactamente igual si se hubiera
desarrollado en una cafetería y alrededor del café (pernicioso por otra parte) o de unas cervezas (lo malo que es el alcohol), lo importante tiene que ver con el milagro que se produce no ya en la vida de estos parias que comienzan a ver la luz, sino en la del espectador que asiste atónito al optimismo que se va desplegando en su interior a medida que contempla los retazos de la existencia de estos atormentados seres.


Todo ello gracias a una dirección, la de Wang, comedida y justa, que logra enseñarnos de la mejor forma que podemos imaginarnos lo que Auster tenía en la cabeza.
Un trozo de vida, aunque parezca mentira, alrededor del tabaco. ¿Quién lo iba a pensar?